Déjate Vivir

No es fácil contarle a alguien la primera vez que vives la Mazaroca.
Porque a la Mazaroca no se va. La Mazaroca se vive, a golpe de realismo mágico.

Y es que, lejos de ser una bodega, bar o restaurante, la Mazaroca es mucho más. Son historias que cuentan y paredes que hablan. Retratos que te susurran confidencias y te regalan claves para la mismísima existencia.

Esa existencia, la que se saborea en los detalles, la que valora las pequeñas cosas y todo aquello que no puede comprarse ni venderse, es la verdadera propuesta experiencial de este santuario.

Una invitación a ‘dejarte vivir’, que sentirás desde el primer saludo hasta tu despedida.

Y en medio, los platos y el vino, paridos en una evolución creativa cuyo Big Bang tenía forma de platillo de altramuces y cerveza a secas. Desde ahí, hasta la presente bendita locura culinaria de la dinastía Blanca.

El pasado, bien entendido, siempre nos enriquece. El futuro es algo que queda demasiado lejos cuando se está en la Mazaroca. Y el presente es para ‘vivirlo viviendo’.

Por eso, si te dejas vivir la Mazaroca, en ella encontrarás la quintaesencia del alma del Sur.